miércoles, 3 de abril de 2013

La fábula de Aracne o Las hilanderas





Uno de mis cuadros predilectos de Velázquez. Fue pintado entre 1656 y 1658 y bautizado como Las Hilanderas a partir de 1794. Se tuvo por pintura de género hasta 1948, cuando se identificó con un cuadro del pintor sevillano sobre la fábula de Aracne, del que se tenían noticias pero que se consideraba perdido. Las Hilanderas no era una escena de género, sino la representación de la historia de Aracne, una mujer de origen plebeyo que había ganado justa fama por su extraordinario trabajo en el telar, pero que no quiso admitir su deuda con Palas, su maestra. Aracne retó a la diosa a una competición. Enterada Palas, se disfrazó de anciana y como tal le aconsejó que se limitara a buscar el mayor reconocimiento entre los mortales sin equipararse a los dioses y que pidiera perdón, en la certeza de que la diosa se lo concedería. Ante la negativa de Aracne y su soberbia, Palas se despojó del disfraz y aceptó el reto. Ambas tejieron sus obras: Palas escenificó castigos ejemplares a humanos que habían desafiado a los dioses, Aracne mortales engañados y seducidos por Júpiter, entre ellos un tapiz con el Rapto de Europa. Terminado el trabajo, ni Palas ni la Envidia podría criticar aquella obra. La diosa, dolida, destrozó el trabajo de Aracne y la hirió. Aracne quiso ahorcarse, pero Palas la salvó y la convirtió en araña: siempre estaría colgada y siempre estaría tejiendo.

Se ha discutido mucho sobre las intenciones de Velázquez al pintarlo. La escena muestra un primer plano en el que cinco mujeres trabajan la lana. Al fondo, en una estancia más elevada, se sitúan otras tres. Dos figuras, identificadas con Palas y Aracne, gesticulan ante ellas. Al fondo cuelga un tapiz, en el que se representa el Rapto de Europa de Tiziano. Las asignaciones de nombres a los distintos personajes y las interpretaciones de sus significados son casi tantas como historiadores han trabajado sobre el lienzo. Unos lo ven como una historia desarrollada en dos actos. En el primer plano, Aracne trabaja en su taller con sus obreras mientras que al fondo se representa el desenlace de la historia. Es reseñable el talante pacífico de Velázquez, pues el momento más frecuentemente elegido por los artistas para representar la fábula era el del castigo, mientras que él prefiere mostrarla tejiendo y ante su obra. De hecho, el castigo solo se insinúa: un hilo parece arrancar del dedo de Palas. Algunos autores han sostenido que las dos protagonistas de la escena fueron pintadas dos veces. Palas y Aracne en el taller simbolizan las artes manuales y la pintura. La luz que baña por completo la escena alta es la que ilumina en parte el taller; el noble arte de la pintura, cuya posición superior viene dada por el predominio en ella de la idea sobre la ejecución, ilumina las artes manuales. Una lectura distinta: la fábula nos habla de la importancia de la originalidad y de la rivalidad en el arte. La lid entre Aracne y Palas se inicia porque la primera reivindica su originalidad, su individualidad. Velázquez desarrolla este tema porque forma parte integrante de la cultura de su siglo y de su propia vida: era necesario ser original para triunfar en la corte. Por otra parte, Palas, en parte tiene, razón: las deudas en el arte son inevitables, es imposible desligarse por completo del pasado y las influencias artísticas. Respecto a la rivalidad, Velázquez fue siempre blanco de la envidia en la corte y no pareció reaccionar nunca contra quienes le atacaron movidos por ella. Por último, llama la atención una práctica repetida en Velázquez: la escena del primer plano muestra a los personajes ‘inferiores’, los nobles se retrasan al fondo.