miércoles, 20 de febrero de 2013

Barroco-pop: Aria sopra la Bergamasca de Marco Uccelini, por Giovanni Antonini.

 Il Gentilleschi. La tañedora de laúd.
 
 
Desde comienzos del XVII, la música de cámara entró a formar parte del repertorio de Palacio, ejecutada por profesionales o por nobles aficionados. Pronto se fijaron algunas formas y surgieron combinaciones instrumentales cuyo objetivo era la expresión de las más variadas emociones: el compositor barroco pretendía “mover los afectos” (Descartes sintetizó cinco tipos de afectos básicos: admiración, odio, deseo, alegría y tristeza); según esta “doctrina de los afectos”, se representaban en música las pasiones y los sentimientos: el modo mayor, la consonancia; el registro agudo y el tempo rápido para expresar alegría; el modo menor, la disonancia; el registro grave y el tempo lento, para representar la tristeza. Interpretativamente, el legato para la tristeza, el stacatto para la alegría, etc. Con tanta variedad, el arte barroco es vital, todo contraste: la calma en la agitación. Así, surgieron danzas y piezas elaboradas sobre bajos ostinatos, esquemas que se repetían cada cierto número de compases, acompañando a unas melodías que se enriquecían en cada repetición. A partir de estos modelos de origen italiano, todos los grandes músicos elaboraron sus propias composiciones.

Es el caso de esta deliciosa pieza de Marco Uccelini, sacerdote, compositor y violinista italiano del XVII que llegó a ser maestro de capilla en Módena y Parma, cuya obra es muy poco conocida. Los instrumentos que se utilizan en esta espléndida versión son: dos violines (Enrico Onofri, Marco Bianchi), violonchelo (Paolo Beschi), ceterone (Luca Pianca) y arpa (Cristina Pluhar). Giovanni Antonini, director de Il Giardino Armonico, demuestra que los criterios historicistas y la apertura de miras no están reñidas. La fantasía al poder.