martes, 26 de marzo de 2013

Tarantino (I)




Me declaro públicamente fan de Tarantino. Sin haber visto todavía su última película (recomendada por Xavier en su blog), con Tarantino me sucede, salvando todas las distancias estéticas y filosóficas, como con Woody Allen: me gusta incluso cuando no acierta. Pero es que cuando acierta nadie haría mejor que él lo que él hace, no sé si me explico.

A Tarantino se le ha acusado en muchas ocasiones de plagiar ideas ajenas. Bueno, ¿han plagiado los grandes compositores de cine a los clásicos? ¿Plagió el John Horner de Willow a Schumann en su Sinfonía Renana? ¿Y el John Williams de La Lista de Schindler al Mahler de la 8ª Sinfonía? ¿No se parecen la de Bruckner y la música de Maurice Jarre para Lawrence de Arabia? ¿Y la Marcha Imperial de John Williams en El Imperio contraataca, no es deudora de la marcha de El amor de las tres naranjas de Prokofiev? ¿Se plagian los compositores entre sí? ¿Plagió el excelente Roque Baños en Los crímenes de Oxford al gran Danny Elfmann de la burtoniana Beettlejuice? ¿Plagió Bach a Vivaldi? ¿Y Ravel a Debussy? Bach, Vivaldi, Mozart… incluso Stravisnky se autoplagiaron empleando en distintas obras material idéntico o similar. Pero de esto hablaremos otro día. 

La cuestión es: cuando encontramos estos parecidos razonables, ¿debemos hablar de plagio o de influencias? ¿De verdad es posible crear algo absolutamente novedoso?

Volvamos a Tarantino y, en concreto, a su debut como director: la mítica Reservoir Dogs. Nadie puede negar la influencia de Atraco perfecto de Kubrik. Se han buscado muchas otras “ideas prestadas” de cineastas como John Woo, entre los conocidos, o de otros mucho más minoritarios. Da igual. Momentos como la discusión sobre el significado de la canción de Madonna Like a virgin o las propinas, aquella otra en la que se reparten los nombres ficticios…y, claro, la escena en la que Michael Madsen (el Sr Rubio) tortura al policía al ritmo de la canción Stuck in the middle with you, son, originales en el porcentaje que fuere, puro talento.


lunes, 25 de marzo de 2013

Microética


Me gusta escribir sobre las cosas que me gustan: compartir mi entusiasmo por lo que voy descubriendo. Y cuando escribo sobre una película, un cuadro o una tarde de noviembre lo hago convencido de que la experiencia estética es accesible a todos y puede ser transmitida en el lenguaje más claro, y hace mejor la vida de las personas. Pero la estética contiene una ética: el eje de una vida decente creo que está en hacer lo mejor posible aquello que uno tiene que hacer, sea un artículo, un guiso de judías, un cuadro, una hora de clase, una mesa, una operación de urgencia. En el ámbito de la propia vida cotidiana cada uno tiene posibilidades infinitas de hacer que el mundo sea un poco mejor o un poco peor. A veces se me ha ocurrido llamar a eso microética. 

Antonio Muñoz Molina

lunes, 18 de marzo de 2013

Bajo la lluvia. Visual Poética. LVR Ediciones.


La pequeña editorial madrileña LVR Ediciones ha inaugurado la serie Visual Poética con una obra en la que se dan la mano poesía e imagen. Se encarga de la primera el poeta barcelonés Jorge Sánchez y de la segunda el fotógrafo madrileño (también poeta) José Naveiras García. El título es el mismo que Jorge asignó a su blog: Bajo la lluvia. El formato es ciertamente atractivo y la edición más que esmerada.

 
La nota de prensa de la propia editorial duda entre considerar Bajo la lluvia un “poemario ilustrado” o un “álbum lírico” y habla con tino de la feliz compañía del “decir” y la fotografía. Lo cierto es que, pensemos en uno u otro concepto, estamos ante una creación singular en la que lo visual complementa y añade matices a una poesía sugerente, personal, limpia, de entrada fácil y denso, largo y concentrado retrogusto.

 
(…)

Nerviosa mezcla de identidad y diferencia:

lo mismo se entrelaza con lo otro

sin disolverse en una pura diferencia

de la que no se podría hablar.

(…)

 

Bajo la lluvia puede adquirirse aquí.

 

Cavalleria Rusticana y El Padrino III.

 
 
 
 
Pietro Mascagni es el autor de Cavalleria Rusticana (1890), claro ejemplo del verismo de finales del XIX, un movimiento que pretendía acercar la ópera al pueblo y reflejar con realismo (en italiano vero significa verdadero) las distintas situaciones sin idealizaciones románticas. Cavalleria Rusticana nos sitúa en Sicilia a finales del XIX, presentándonos un trágico triángulo amoroso con dos mujeres enamoradas de un mismo hombre. El intermezzo, que formaba parte de la ópera, con el tiempo, se independizó, convirtiéndose enseguida en una de las piezas más populares y más interpretadas en concierto. Dentro del argumento de la ópera, el intermezzo coincide con la proclamación de venganza de Alfio (marido) contra Turiddu (amante), con todo el pueblo en la iglesia y la plaza vacía.
 
 
 
El gran Francis Ford Coppola aprovecha esta obra para cerrar su genial trilogía sobre la familia Corleone en El Padrino III de una forma magistral. La trama vaticana se complementa con la representación de Cavalleria Rusticana en Palermo, donde el hijo de Michael (Pacino), Anthony, interpreta el papel protagonista: el del amante Turiddu, con su familia presenciando la representación en el palco.
 
Mientras suena la ópera (Vincent Mancini, hijo de Sonny Corleone, ha ordenado que dos guardaespaldas estén de guardia durante el espectáculo para evitar el asesinato de su tío), se suceden las muertes y los ajustes de cuentas, tanto dentro como fuera de la Casa de la Ópera de Sicilia (Connie envenena a Don Altobello con una caja con dulces, el Arzobispo Gilday es asesinado en su iglesia -antes, había envenado al nuevo Papa con una taza de té envenenada-, Lucchesi, el director de la junta de Inmobilaire, es apuñalado con sus gafas y el banquero suizo Kienzig asfixiado y colgado en el balcón de su oficina) hasta que el programado asesinato de Michael sufre un inesperado cambio en el guión y es Mary, su hija, la que recibe el tiro del sicario, disfrazado de sacerdote, contratado por Don Altobello, a la salida del teatro, en la escalinata. Entonces escuchamos el intermezzo, que acompaña el desgarrador momento en el que Kay (Diane Keaton) abraza a su hija muerta y Michael intenta exteriorizar su pesar sin conseguirlo hasta que, por fin, un grito de dolor emerge de su garganta, el dolor de un padre que ve cómo todo lo que ha conseguido se queda en nada ante un desenlace que nadie habría imaginado, en una interpretación sublime y conmovedora. Tras esto, varios flashbacks, siempre con el intermezzo de fondo, nos recuerdan momentos anteriores en la vida de Michael: el baile con su hija durante la fiesta, con Kay después del bautizo de su hijo, con Apollonia en Sicilia…hasta que vemos a un anciano Michael Corleone muere, sentado, en el jardín de la casa de Don Tomassino.
 
 
 

viernes, 8 de marzo de 2013

No piense Menguilla ya


NO PIENSE MENGUILLA YA

(Música de José Marín)

 
No piense Menguilla ya

Que me muero por sus ojos

Que he sido bobo hasta aquí

Y no quiero ser más bobo
 

Para qué es buena una niña

Tan mal hallada entre pocos

Que no está bien con el fénix,

Porque le han dicho que es solo
 

Oh, qué lindo modo

Para que la dejen

Unos por otros

 
El mal gusto de Menguilla

Es una casa de locos

El tema manda al deseo

Vaya la razón al rollo
 

Mucho abandona lo vano

Si poco estima lo hermoso

La que por ser familiar

No repara en ser demonio
 

Oh, qué lindo modo….

Yo no he de querer en bulla

Que es una fiesta de toros

 
Donde a silbos se condena

Quien piensa ser más dichoso

Desigualdad y capricho

No deja el manco ni cojo

Porque a cuenta de lo lindo

No admite lo licencioso

Oh, qué lindo….

 
“José Marín, personaje ambiguo y fascinante, compositor, guitarrista y cantante español, nació en 1618 o 1619. Ordenado en Roma, en 1644 entró en la capilla del Monasterio de la Encarnación, de Madrid, como tenor. En 1654 y de nuevo en 1655, fue arrestado. Acusado de asalto, robo y asesinato, fue torturado, secularizado y encarcelado” (Alicia Lázaro).

 
El tono humano es una composición profana desarrollada en España en el siglo XVII. El calificativo de “humano” se asigna por contraposición al “tono a lo divino”. En la primera mitad del siglo, los tonos humanos son básicamente polifónicos y en la segunda mitad, tienden a ser monódicos.  Los instrumentos habituales para el acompañamiento de estas piezas eran básicamente dos: la guitarra y el arpa de dos órdenes.

 
La interpretación, espléndida, de “La Galanía” y Raquel Andueza.
 
 

miércoles, 6 de marzo de 2013

Dos formas de homenajear al jazz


Dos formas de homenajear al jazz de dos talentos contemporáneos: el literario de Julio Cortázar y el cinematográfico de Spike Lee, ambos con el saxofón como protagonista.

El propio Cortázar reconoció haber escrito “El perseguidor” al conocer la noticia de la muerte de Charlie Parker. Escrito en primera persona, casi a modo de diario, por Bruno V., crítico de jazz, biógrafo y amigo de Johnny Carter, no deja de ser una biografía ficticia de Charlie Parker (Johnny Carter es Charlie Parker; Lan es Chan; la marquesa Tica es la baronesa Pannonica de Koenigswarter, Nica; y Bee, la hija muerta, es Pree). Parece ser que este relato se adaptó al cine en 1965 (dirigida por el argentino Osías Willensky). No he podido ver esta adaptación, pero sí recomiendo la narración de los últimos años de vida de Johnny Carter, un saxofonista “que quiere moverse en un tiempo diferente al común a través de la música. Como contrapartida, el narrador -Bruno- pretende llenar las páginas en blanco con lo que siente al escuchar sus temas preferidos. Uno improvisa, lleva una vida desordenada de drogas y alcohol. Otro, metódico, representa la realidad, la estabilidad de un trabajo más o menos rutinario, casado, y de un cierto puritanismo que él mismo reconoce. La libertad y las cadenas se miran de frente y dialogan a través de la escritura y el sonido”, como explica Albert Lladó en Revista de Letras.

Y cuando Johnny se pierde como esta noche en la creación continua de su música, sé muy bien que no está escapando de nada. Ir a un encuentro no puede ser nunca escapar.
 
(Bruno V.).

En "Mo´ better blues," el protagonista es Bleek Gilliam (fantástico Denzel Washington), trompetista de estricta formación, que lidera junto al saxofonista Shadow Henderson (sorprendente Wesley Snipes) un quinteto de jazz que actúa en un club de los bajos fondos bajo la gestión de un agente adicto a las apuestas (el propio Spike Lee) llamado Giant.

Inolvidable la escena en la que Gilliam y su banda interpretan este sencillo pero delicioso tema de Branford Marsalis: