jueves, 27 de diciembre de 2012

Elogio del vino (blanco) y “El hijo de la novia”.

Hoy quería hablar de la (estupenda) película de Juan José Campanella “El hijo de la novia”. Pero de repente he recordado una escena de la película en la que el personaje que interpreta Ricardo Darín, propietario de un restaurante, discute con quien debe mandarle el vino y le dice “…también mándeme un par de cajas de vino blanco, que siempre hay alguien con mal gusto que lo pide”. He pensado, rememorando la escena, que el vino blanco suele ser injustamente poco valorado y por ello he decidido aprovechar esta misma entrada para romper una lanza en su favor, al tiempo que recomiendo vivamente tanto la película referida, de la que dejo aquí la preciosa escena en la cual Nino Belvedere (Héctor Alterio) recuerda a su esposa Norma (Norma Aleandro), como un vino joven del Somontano denominado“Clarión”, vino de autor de la bodega “Viñas del Vero” elaborado con Gewürztraminer y Chardonnay de distintos viñedos, con aroma frutal (de cítricos y tropicales) y amielado, persistente, goloso y equilibrado. Un vino casi redondo que seguro habría sido del gusto de Nino y Norma.


 


jueves, 20 de diciembre de 2012

Sobredosis de Perdición


 
"Era una tarde calurosa y aún recuerdo el olor a madreselva en toda la calle. ¿Cómo no supe que a veces el asesinato huele a madreselva?".

(Voz en off de Walter Neff -F. MacMurray-).

 -"¿Por qué no disparaste otra vez, nena?. No digas que porque me amaste todo el tiempo.".

-"No, nunca te he querido, Walter, ni a ti ni a nadie. Estoy podrida hasta la médula. Te utilicé, como has dicho. Sólo has sido eso para mí... hasta hace un momento... cuando no he podido disparar por segunda vez. Jamás pensé que pudiera pasarme a mí".

-"Lo siento, no me lo trago".

-"No te pido que te lo tragues, sólo que me abraces".

-"Adiós, nena".

(Conversación entre Walter Neff -F. MacMurray- y P. Dietrichson -B. Stanwick-).

 
-"Yo me siento y hago punto".

-"¿Y para eso se ha casado?".

-"A lo mejor me gusta cómo me sostiene la lana".

-"Si alguna vez se cansa..... Pero conmigo no haría punto".

-"Ah, ¿no?".

-"Le aseguro que no".

(Conversación entre Walter Neff -F. MacMurray- y P. Dietrichson -B. Stanwick-).

 
 
 

"Perdición", de Billy Wilder, es una de las mejores muestras de cine negro. Otro grande, Woody Allen, la homenajea en la fantástica “Misterioso asesinato en Manhattan”. Casi al principio, los personajes de Woody Allen y Diane Keaton van al cine para ver PERDICIÓN. Cuando regresan, se encuentran con la muerte de la vecina y Diane Keaton decide comenzar a investigar. Es entonces cuando Allen le dice: "Madre mía, lo que tú tienes es sobredosis de Perdición".
 
 
 
 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Absenta, el afrodisíaco del alma.


  • DRÁCULA: " Absenta; es el afrodisíaco del alma. El hada verde que vive en la absenta quiere tu alma, pero tú estás a salvo conmigo. "

  • MINA: "Háblame, príncipe, háblame de tu hogar. "

  • DRÁCULA: "El lugar más hermoso de toda la creación."

  • MINA: "Sí, tiene que serlo. Una tierra más allá de un bosque grande y vasto, rodeada de montañas majestuosas, ubérrimos viñedos, flores de tal fragilidad y belleza como no se encuentran en ningún sitio."

  • DRÁCULA: "Has descrito mi lugar como si lo conocieras perfectamente."

  • MINA: "Es tu voz, tal vez. Es tan familiar. Es... como una voz en un sueño que no puedo situar, y me conforta..."

  • AMBOS: "…cuando estoy a solas."

  • MINA: "¿Y qué me cuentas de la princesa?"

  • DRÁCULA: "¿Princesa?"

  • MINA: " Siempre hay una princesa con deslizantes vestidos bancos y su rostro, su rostro es un río. La princesa es un río lleno de lágrimas de tristeza y congoja."

  • DRÁCULA: " Hubo una princesa,...Elisabetta. Era la mujer más radiante de todos los imperios del mundo. El engaño humano se la arrebató a su antiguo príncipe, saltó hacia su muerte en el río del que has hablado. En mi lengua materna se le llama Arges: río, Princesa. "

 

La escena de la absenta es una de mis favoritas de la obra maestra de Coppola, “Drácula de Barm Stoker”, con la impresionante banda sonora de Wojciech Kilar. Curiosamente, también siento debilidad por el cuadro “La bebedora de absenta” de Edgar Degas. Poco más tienen en común, aunque es cierto que Bram Stoker y Degas fueron coetáneos.

De Degas se ha dicho que es el pintor más superficialmente ligado a los impresionistas y el que termina en unas posiciones más alejadas de sus supuestos. Al contrario que éstos, Degas considera que la forma tiene valor en sí misma y no como motivo cambiante según las condiciones que percibe nuestra retina. Su interés plástico por el movimiento, expresado a través del tema de las bailarinas, le permitió investigar el cuerpo humano y el problema de la forma en el espacio.

 


A las complejidades planeadas en sus lienzos se añaden sorprendentes ángulos de visión en la captación de las formas, bajo el influjo evidente del enfoque que proporciona la cámara fotográfica y de la estampa japonesa, elementos que en Degas tuvieron mayor incidencia que en el resto de pintores impresionistas. En este sentido, corta las escenas de manera aparentemente arbitraria y los puntos de vista de sus composiciones son insospechados y novedosos, con picados o contrapicados y diagonales marcadas. Es un pintor de figuras, aunque su interés en ellas se centra en el estudio del movimiento instantáneo de la luz así como del propio cuerpo.

En su última época, abandona la técnica impresionista, evolucionando hacia la reconstrucción formal. Emplea preferentemente la técnica del pastel, que le permite una mejor captación de la instantaneidad y de las calidades táctiles y que le lleva a una recuperación progresiva de los volúmenes. Esta preocupación determina que en su última etapa se dedique a la escultura, en esa búsqueda del volumen. La bebedora de absenta (1899) es una de las obras más sugerentes de Degas. con la soledad como tema y como sentimiento, la figura de la bebedora no es elegante como las bailarinas y su mirada parece perdida posicionada ante el vaso de absenta, la bebida del París de las vanguardias.

martes, 4 de diciembre de 2012

Aprenderé a nadar




“Alguien dijo que desde el momento en que uno tiene vida interior, ya está llevando una doble vida. Las palabras, como manadas de peces, pululan en nuestra cabeza y se agolpan en las cuerdas vocales, pugnando por salir y por ser escuchadas por los demás. Y, a veces, se pierden en ese camino entre la cabeza y la garganta. Esta película trata de todas esas palabras perdidas, que durante mucho tiempo vagan en un limbo de silencio (y malentendidos y errores y pasado y dolor) y un día salen a borbotones y cuando empiezan a salir ya nada puede pararlas.” (Isabel Coixet).

 

Hanna:

-Te han dejado una buena cicatriz.

 

Josef:

-Sí, ¿verdad? Me han dicho que me quedará mejor de lo que parece. Que la enfermera que me cuidó hizo un buen trabajo.

 

Hanna:

-Bien.

 

Josef:

-Han cerrado la plataforma.

 

Hanna:

-¿Sí? ¿Adónde ha ido todo el mundo?

 

Josef:

-Nos han ofrecido trabajo en Chile. Simón va a volver a intentar lo del restaurante.

 

Hanna:

-Chile…

 

Josef:

-Yo no sé qué hacer todavía, lo estoy pensando.

 

Hanna:

-Bien.

Josef:

-Y… he pensado que… bueno… en fin… que tú y yo… quizá podríamos ir a algún sitio uno de estos días, hoy mismo… En fin, si no tienes otra cosa que hacer.

 

Hanna:

-No. Creo que no va a ser posible.

 

Josef:

-¿Por qué no?

 

Hanna:

-Porque tengo miedo de que si vamos juntos tú y yo a un sitio uno de estos días, quizás hoy no, quizá mañana tampoco… Sólo un día de repente… puede que empiece a llorar y llore tanto, tanto, tanto, que nada ni nadie pueda pararme, y las lágrimas llenen la habitación y me falte el aire y… y… te arrastre conmigo y nos ahoguemos y…

 

Josef:

-Aprenderé a nadar, Hanna, te lo prometo, aprenderé a nadar.

 

viernes, 30 de noviembre de 2012

Alrededor de tu piel, ato y desato la mía.


 
Este poema, uno de mis favoritos, pertenece a la última etapa de Miguel Hernández, en concreto al Cancionero y Romancero de Ausencias, escrito en un momento en el que el escritor se encontraba en la cárcel, esperando la muerte, y los republicanos habían perdido la guerra. El poeta se sobrepone a la muerte y la derrota por el amor que siente hacia su esposa y su hijo.


CANTAR
 

Es la casa un palomar
y la cama un jazminero.
Las puertas de par en par
y en el fondo el mundo entero.

El hijo, tu corazón
madre que se ha engrandecido.
Dentro de la habitación
todo lo que ha florecido.
El hijo te hace un jardín,
y tú has hecho al hijo, esposa,
la habitación del jazmín,
el palomar de la rosa.

Alrededor de tu piel
ato y desato la mía.
Un mediodía de miel
rezumas: un mediodía

¿Quién en esta casa entró
y la apartó del desierto?
Para que me acuerde yo,
alguien que soy yo y ha muerto.

Viene la luz más redonda
a los almendros más blancos.
La vida, la luz se ahonda
entre muertos y barrancos.

Venturoso es el futuro,
como aquellos horizontes
de pórfido y mármol puro
donde respiran los montes.

Arde la casa encendida
de besos y sombra amante.
No puede pasar la vida
más honda y emocionante.

Desbordadamente sorda
la leche alumbra tus huesos.
Y la casa se desborda
con ella, el hijo y los besos.

Tú, tu vientre caudaloso,
el hijo y el palomar.
Esposa, sobre tu esposo
suenan los pasos del mar.

jueves, 22 de noviembre de 2012

El lobo estepario

Lectura de juventud: El lobo estepario, de Hermann Hesse.


 


Hermann Hesse narra las vicisitudes de Harry Haller, su aislamiento y soledad hasta que, en el momento de mayor crisis existencial, encuentra a su “ángel”,Armanda, quien lo invita a conocer el mundo y a intentar disfrutar de las cosas sencillas y hermosas que nos presenta la vida día a día.

Extractos:

 

"¿Y quién buscaba entre los escombros de la propia vida el sentido que se había llevado el viento, quién sufría lo aparentemente absurdo y vivía lo aparentemente loco y esperaba secretamente aún en el último caos errante la revelación y proximidad de Dios?"

 

(...)


"Soledad era independencia, yo me la había deseado y la había conseguido al cabo de largos años. Era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en que se mueven las estrellas."

 

(...)

 

"Es algo hermoso esto de la autosatisfacción, la falta de preocupaciones, estos días llevaderos, a ras de tierra, en los que no se atreven a gritar ni el dolor ni el placer, donde todo no hace sino susurrar y andar de puntillas. Ahora bien, conmigo se da el caso, por desgracia, de que yo no soporto con facilidad precisamente esta semisatisfacción, que al poco tiempo me resulta intolerablemente odiosa y repugnante, y tengo que refugiarme desesperado en otras temperaturas, a ser posible por la senda de los placeres y también por necesidad por el camino de los dolores. Cuando he estado una temporada sin placer y sin dolor y he respirado la tibia e insípida soportabilidad de los llamados días buenos, entonces se llena mi alma infantil de un sentimiento tan doloroso y de miseria, que al dormecino dios de la semisatisfacción le tiraría a la cara satisfecha la mohosa lira de la gratitud, y más me gusta sentir dentro de mí arder un dolor verdadero y endemoniado que esta confortable temperatura de estufa. Entonces seinflama en mi interior un fiero afán de sensaciones, de impresiones fuertes, una rabia de esta vida degradada, superficial, esterilizada y sujeta a normas, un deseo frenético de hacer polvo alguna cosa, por ejemplo, unos grandes almacenes o una catedral, o a mí mismo, de cometer temerarias idioteces, de arrancar la peluca a un par de ídolos generalmente respetados, de equipar a un par de muchachos rebeldes con el soñado billete para Hamburgo, de seducir a una jovencita o retorcer el pescuezo a varios representantes del orden social burgués. Porque esto es lo que yo más odiaba, detestaba y maldecía principalmente en mi fuero interno: esta autosatisfacción, esta salud y comodidad, este cuidado optimismo del burgués, esta bien alimentada y próspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente.

 

En tal disposición de ánimo terminaba yo, al oscurecer, aquel día adocenado y llevadero. No lo terminaba de la manera normal y conveniente para un hombre algo enfermo, entregándome a la cama preparada y provista de una botella de agua caliente a modo de imán; sino que insatisfecho y asqueado por mi poquito de trabajo y descorazonado, me calcé los zapatos, me embutí en el abrigo, dirigiéndome a la calle rodeado de niebla y oscuridad, para beber en la hostería del Casco de Acero lo que los hombres que beben llaman "un vaso de vino", según un convencionalismo antiguo.

 

Así bajaba yo, pues, la escalera de mi sotabanco, estas penosas escaleras de la tierra extraña, estas escaleras burguesas, cepilladas y limpias, de una decentísima casa de alquiler para tres familias, junto a cuyo tejado tenía yo mi celda. No sé cómo es esto, pero yo, el lobo estepario sin hogar, el enemigo solitario del mundo de la pequeña burguesía, yo vivo siempre en verdaderas casas burguesas. Esto debe ser un viejo sentimentalismo por mi parte. No vivo en palacios ni en casas de proletarios, sino siempre exclusivamente en estos nidos de la pequeña burguesía, decentísimos, aburridísimos e impecablemente cuidados, donde huele a un poco de trementina y a un poco de jabón y donde uno se asusta, si alguna vez se da un golpazo al cerrar la puerta de la casa o si se entra con los zapatos sucios. Me gusta sin duda esta atmósfera desde los años de mi infancia, y mi secreta nostalgia hacia algo así como un hogar me lleva, sin esperanza, una y otra vez, por estos necios caminos.

 

Así es, y me gusta también el contraste en el que está mi vida, mi vida solitaria, ajetreada y sin afectos, completamente desordenada, con este ambiente familiar y burgués. Me complace respirar en la escalera este olor de quietud, orden, limpieza, decencia y domesticidad, que a pesar de mi odio a la burguesía tiene siempre algo emotivo para mí, y me complace luego atravesar la puerta de mi cuarto, donde todo esto termina, donde entre los montones de libros me encuentro las colillas de los cigarros y las botellas de vino, donde todo es desorden, abandono e incuria, y donde todo, libros, manuscritos, ideas, está sellado e impregnado por la miseria del solitario, por la problemática de la naturaleza humana, por el vehemente afán de dotar de un nuevo sentido a la vida del hombre que ha perdido el que tenía."

 

(…)

"Ah, dondequiera que mirara, dondequiera que enviase mis pensamientos, en parte alguna me aguardaba una alegría ni un atractivo, en parte alguna atisbaba una seducción; todo hedía a corrupción manida, a putrefacta medioconformidad; todo era viejo, marchito, pardo, macilento, agotado. Santo Dios, ¿cómo era posible? ¿Cómo había podido yo llegar a tal extremo, yo, el joven lleno de entusiasmo, el poeta, el amigo de las musas, el infatigable viajero, el ardoroso idealista?"

 

(…)

 

"Pero lo que no había aprendido era una cosa: a estar satisfecho de sí mismo y de su vida. Esto no pudo conseguirlo. Acaso ello proviniera de que en el fondo de su corazón sabía (o creía saber) en todo momento que no era realmente un ser humano, sino un lobo de la estepa."

 

(…)

 

"Ahora bien, a nuestro lobo estepario ocurría, como a todos los seres mixtos, que, en cuanto a su sentimiento, vivía naturalmente unas veces como lobo, otras como hombre; pero que cuando era lobo, el hombre en su interior estaba siempre en acecho, observando, enjuiciando y criticando, y en las épocas en que era hombre, hacía el lobo otro tanto."

 

(…)

 

"Esta noche, a partir de las cuatro, Teatro Mágico —sólo para locos—. La entrada cuesta la razón. No para cualquiera."


 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Senecio. Paul Klee.


1922
Óleo sobre imprimación de yeso sobre gasa sobre cartón, 40,5 x 38,4 cm.
Basilea, Kunstmuseum.

Senecio, por distintos motivos, es mi cuadro predilecto de Paul Klee. Rozando la abstracción pero sin despreciar del todo lo figurativo, es destacable la habilidad en el uso de las líneas y figuras geométricas. El título hace referencia a una flor venenosa y también al filósofo Lucio Anneo Séneca. Se ha querido ver en este óleo una reinterpretación del Arlequín, puesto que el mundo del teatro y la ambigüedad de la representación artístico fueron del gusto de Klee.

Pintor suizo, acuarelista y aguafuertista, Paul Klee está considerado como uno de los representantes más originales del arte moderno. Siguiendo un estilo artístico específico, creó una serie de obras famosas por parecer imágenes de ensueño fantástico, ingenio e imaginación. Ciudadano alemán, Klee vivió la mayor parte de su vida en Suiza. Nació en Münchenbuchsee, cerca de Berna, Suiza, el 18 de diciembre de 1879, pero en 1898 se trasladó a Munich donde estudió arte en una escuela privada y en la Academia de Bellas Artes de la ciudad. Sus primeros trabajos fueron estudios para paisajes realizados a lápiz que muestran la influencia del impresionismo. Hasta 1912, realizó incluso aguafuertes en blanco y negro, las insinuaciones de fantasía y sátira de estos trabajos muestran la influencia del expresionismo del siglo XX, así como de los maestros grabadores Francisco de Goya, y William Blake. Entre los años 1920 y 1931 Klee fue profesor en la Bauhaus, la escuela alemana de arte más vanguardista. Un viaje que realizó a África en 1914 le hizo descubrir definitivamente el color y marcó el comienzo de su estilo maduro, en el que llegó a declararse poseído por el color. Durante los siguientes 20 años, sus pinturas y acuarelas mostraron el dominio de unas armonías cromáticas delicadas y de ensueño, que generalmente usó para crear composiciones sencillas y semiabstractas o incluso efectos que las asemejan a mosaicos, como en Pastoral (1927, Museo de Arte Moderno de Nueva York). Klee fue también un maestro del dibujo y muchos de ellos son complicadas líneas con un contenido que deriva de una imaginería fantástica o ensoñada, describió la técnica de estos dibujos como sacar a pasear una línea. En Máquina temblorosa (1922, Museo de Arte Moderno de Nueva York), por ejemplo, con sus elementos fluidos, metálicos, como pájaros, creó una composición de formas lineales y circulares interconectadas, con un efecto evocador mucho más importante que lo que la propia obra significa. A partir de 1935, afectado por una enfermedad progresiva, la esclerodermia, Klee adoptó un estilo claro, sencillo, caracterizado por líneas gruesas como de carboncillo y grandes áreas de colores matizados. Sus temas artísticos durante este periodo adoptaron un tono pesimista y dramático, como en La Muerte y el Fuego (1940, Kunstmuseum, Berna, Suiza). Klee murió en Muralto, Locarno, Suiza, el 29 de junio de 1940. Su obra influyó en los surrealistas posteriores, así como en los artistas no objetivos, y fue una fuente de inspiración fundamental para el nacimiento del expresionismo abstracto.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Yo tenía una granja en África...


“Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas y las noches frías”.*

 

 “Todo lo que se veía estaba hecho para la grandeza y la libertad, y poseía una inigualable nobleza”.*

La principal característica del paisaje y de tu vida en él, era el aire. Al recordar una estancia en las tierras altas africanas te impresiona el sentimiento de haber vivido durante un tiempo en el aire. Lo habitual era que el cielo tuviera un color azul pálido o violeta, con una profusión de nubes poderosas, ingrávidas, siempre cambiantes, encumbradas y flotantes, pero también tenía un vigor azulado, y a corta distancia coloreaba con un azul intenso y fresco las cadenas de colinas y los bosques. A mediodía el aire estaba vivo sobre la tierra, como una llama; centelleaba, se ondulaba y brillaba como agua fluyendo, reflejaba y duplicaba todos los objetos, creando una gran Fata Morgana. Allí arriba respirabas a gusto y absorbías seguridad vital y ligereza de corazón. En las tierras altas te despertabas por la mañana y pensabas: Estoy donde debo estar”.*

Dicen que África enamora y que quien va tendrá siempre la necesidad de regresar alguna vez. Es cierto. Amboselli, con sus manadas de elefantes y jirafas y con el Kilimanjaro de telón de fondo; el lago Nakuru, rosado por los millones de flamencos posados sobre sus aguas; las grandes praderas y la vida salvaje de Masai Mara; la luz, el color, el olor…todo se echa de menos. Hakuna matata. Algún día volveremos.


Fotografía: Atardecer en Masai Mara. Alberto Royo. 2009.

* Karen Blixen

viernes, 2 de noviembre de 2012

La verdad está en Bach.

¿Dónde está la verdad? ¿En el empleo del clave o en la adaptación para el piano? ¿En la edición crítica o en la visión personal? ¿En Pierre Hantai o o en Glenn Gould? Sin ninguna duda, la verdad está en Bach.

 

domingo, 14 de octubre de 2012

Castillos en el aire

¿Qué es un hombre sin un sueño? Nada, un hombre sin un sueño a lo sumo es un ciudadano y es grande la diferencia. Un ciudadano vale apenas un voto, en cambio un hombre tiene la posibilidad de saber que, para vivir mejor, hay que ser mejor. La vida es sueño, decía Calderón y los sueños, sueños son, pero lo son más aún ante la posibilidad de que se hagan realidad, aunque a esta figura se le llame utopía.

ALBERTO CORTEZ
 

 

 
Quiso volar igual que las gaviotas,
libre en el aire, por el aire libre
y los demás dijeron, ""¡pobre idiota,
no sabe que volar es imposible!"".

Mas él alzó sus sueños hacia el cielo
y poco a poco, fue ganando altura
y los demás, quedaron en el suelo
guardando la cordura.

Y construyó, castillos en aire
a pleno sol, con nubes de algodón,
en un lugar, adonde nunca nadie
pudo llegar usando la razón.

Y construyó ventanas fabulosas,
llenas de luz, de magia y de color
y convocó al duende de las cosas
que tiene mucho que ver con el amor.

En los demás, al verlo tan dichoso,
cundió la alarma, se dictaron normas,
""No vaya a ser que fuera contagioso...""
tratar de ser feliz de aquella forma.

La conclusión, es clara y contundente,
lo condenaron por su chifladura
a convivir de nuevo con la gente,
vestido de cordura.

Por construir castillos en el aire
a pleno sol, con nubes de algodón
en un lugar, adonde nunca nadie
pudo llegar usando la razón.

Y por abrir ventanas fabulosas,
llenas de luz, de magia y de color
y convocar al duende de las cosas
que tienen mucho que ver con el amor.

Acaba aquí la historia del idiota
que por el aire, como el aire libre,
quiso volar igual que las gaviotas...,
pero eso es imposible..., ¿o no?...


jueves, 11 de octubre de 2012

La conjura de los necios


Una gorra de cazador verde apretaba la cima de una cabeza que era como un globo carnoso. Las orejeras verdes, llenas de unas grandes orejas y pelos sin cortar y de las finas cerdas que brotaban de las mismas orejas, sobresalían a ambos lados como señales de giro que indicasen dos direcciones a la vez. Los labios, gordos y bembones, brotaban protuberantes bajo el tupido bigote negro y se hundían en sus comisuras, en plieguecitos llenos de reproche y de restos de patatas fritas.

 

Así comienza “La conjura de los necios”. En un momento en el que la mediocridad parece ser más efectiva que la inteligencia y el talento, en unas circunstancias como las que estamos viviendo (y no me refiero a las económicas) en las que “conocimiento” es casi palabra tabú, el libro de John Kennedy Toole sigue siendo plenamente actual. La cita que da pie al título es del escritor  Jonathan Swift: “Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. Y el genio, en este caso, es un tipo singular llamado Ignatius Reilly. El propio Kennedy Toole terminó suicidándose ante la negativa de varias editoriales a publicar la novela, que, en 1981 y a título póstumo, recibiría el premio Pulitzer.

 

Ácida, disparatada, hilarante y al tiempo trágica, pero sin ninguna duda imprescindible e, Ignatius aparte, con una galería de secundarios inolvidable. Personalmente, me quedo con el patrullero Mancuso, patriótico policía a quien sus superiores obligan a disfrazarse hasta que consiga traer a un “sospechoso de verdad”.

 

-Aquí el patrullero Mancuso dice que opuso usted resistencia a la autoridad y que le llamó comunista.

- Fue sin darme cuenta -dijo apesadumbrado el viejo, percibiendo la furia con que el sargento trataba las tarjetitas.

- Según Mancuso, usted dijo que todos los policías son comunistas.

- ¡Ahí va!-dijo el negro, desde el otro lado de la habitación.

- ¿Quieres callarte, Jones? -gritó el sargento.

- Vale, vale, me callo -contestó Jones.

- Luego me ocuparé de ti.

- Bueno, yo no llamé comunista a nadie -dijo Jones-. A mí me lió el tipo aquél de Woolsworth. Ni siquiera me gustan los anacardos.

-Cierra el pico, ¿quieres?

- Bueno, bueno, está bien -dijo alegremente Jones, y lanzó un gran nubarrón de humo.

- No dije con intención lo que dije -explicó el señor Robichaux al sargento—. Es que me puse nervioso. No pude controlarme. Este policía intentaba detener a un pobre chico que estaba esperando a su mamá junto a Holmes.

- ¿Qué? .el sargento se volvió al policía pálido y bajito.. ¿Qué intentaba usted hacer?

-No era un chico .dijo Mancuso.. Era un hombre gordo y grande con una indumentaria muy rara. Parecía un sospechoso. Yo sólo quería hacer una inspección de rutina y él ofreció resistencia. Además, parecía un prevenido sexual.

- ¿Un pervertido? -preguntó ávidamente el sargento.

- Sí -dijo Mancuso, con renovada confianza-. Un prevertido grande, muy grande.

- ¿Cómo de grande?

- El más grande que he visto en toda mi vida -dijo Mancuso, extendiendo los brazos como si describiese un trofeo de pesca. Al sargento le brillaron los ojos-. Lo primero que vi fue aquella gorra verde de cazador que llevaba.

Jones escuchaba con atento distanciamiento, desde algún punto del interior de su nube.

-Bueno, Mancuso, ¿y qué pasó? ¿cómo es que no está aquí delante de mí?

-Se largó. Salió aquella mujer de la tienda y lo lió todo y se fueron corriendo, doblaron la esquina y se metieron en el Barrio Francés.

- Vaya, dos personajes del Barrio Francés -dijo el sargento súbitamente iluminado.

- No, señor -interrumpió el viejo-. Ella era de veras su mamá. Una señora muy agradable y muy simpática. Yo ya les he visto otras veces por el centro. Este policía la asustó.

- Escuche, Mancuso -chilló el sargento-. Es usted el único miembro del cuerpo capaz de intentar detener a alguien separándolo de su madre. ¿Y por qué ha traído usted aquí al abuelo, a ver, dígame? Telefonee a su familia y dígales que vengan a recogerle.

- Por favor -suplicó el señor Robichaux-. Eso no. Mi hija está ocupada con los chicos. No me han detenido en toda mi vida. Ella no puede venir a buscarme. ¿Qué van a pensar mis nietos? Estudian todos con las hermanas.

- Consiga el número de su hija, Mancuso. ¡Esto le enseñará a llamarnos comunistas!

- ¡Por favor! -el señor Robichaux lloraba-. Mis nietos me respetan.

-¡Dios santo! -dijo el sargento-. Intentar detener a un chico que iba con su mamá, traer aquí a este abuelo. Lárguese usted de aquí ahora mismo, Mancuso. Llévese al abuelo. ¿Quiere detener usted a tipos sospechosos? Pues no se preocupe, que ya le ayudaremos.

- Sí, señor -dijo débilmente Mancuso, llevándose al sollozante viejo.
 
- ¡Juá! -dijo Jones desde las profundidades más secretas de su nube.